Los comensales deleitaban los variados sabores en silencio. De vez en cuando intercambiaban miradas de culpabilidad. Poco a poco los sabrosos manjares desaparecían. Solo se oía el deglutir y, de vez en cuando, alguna burla fuera de lugar pero expuesta convenientemente entre ellos.
- ¡Este bocado es más tierno y jugoso! -Dijo uno de los invitados.
- ¡En aquella fuente dejaremos los sobrantes! -Dijo otro.
- ¡Esta porción es mía -añadió el anfitrión!- ¡Qué nadie se atreva a tocarla!
La cena llegó a su fin; no hubo invitado alguno que no haya quedado saciado. Ante la vista de todos quedó
desmembrada una obra que podría haber alcanzado vigor, de no ser por los
actos caníbales de los censores presentes.
En el olvido... el alma de un artista, desangrándose con cada crítica cortando en trozos irregulares la carne de su creatividad.
SERGIO J. RODA
24
de abril de 2004 15:17 Hs
No hay comentarios.:
Publicar un comentario