EL ARCÓN DE LOS RECUERDOS
El Arcón de los Recuerdos La sin consuelo, sentada en un rincón, observaba aquellas manos que se habían cansado de trabajar después de sesenta y ocho años. El pañuelo blanco recibía las lágrimas que brotaban de sus ojos negros como el carbón. Julieta se acercó para abrazarla. - ¡Qué será de mí, áura! –Repetía con tristeza. Mis brazo ya parecen gelatina; no puedo seguí en el campo... - ¿Y la costura? Tengo entendido es una ayuda. - Por culpa d’esto cachos d´algodón tuve que dejá la cosedora abandonada en un rincón. Veo sombras, comadre, sólo sombras. Pero pior es nada, ¿No es así? - Claro Clementina, –Dijo complaciéndola, sin estar convencida por ese punto de vista– no se lamente. Algo se nos ocurrirá. - Me abandonó el viejo, Julieta. El Jacinto me se jué pa bajo la tierra, a buscar la cosecha qu’este año no se animó a visitanos. - Mire, comadre, ayí viene Don Eusebio. Y trai las papeleta del dijunto. Siguro él conoce alguna solución para aleja esa manga de langostas